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Hace unas semanas nos aventuramos con una pareja de comprometidos para realizar su sesión de fotos pre-boda en Santa Ana, un pequeño pueblo a 40 minutos de Tegucigalpa hacia el sur. Santa Ana es una locación que además de sus fachadas rústicas y una pequeña población, es donde se sitúan las famosas eólicas de nuestro departamento Francisco Morazán. Si bien es cierto que estas enormes turbinas fueron construidas para generar energía renovable, el parque eólico en Santa Ana está situado en un punto de paisaje realmente espectacular, y los grandes molinos de acero son monumentos que hacen del lugar una atracción peculiar.
La pareja, Mariandrea y Pedro se conocieron en España y por ende son amantes de los viajes y los paisajes, lo que nos ayudó a concluir que esta locación sería perfecta para fotografiar su viváz y tan aventurera relación. Como fotógrafa de luz natural, mi reto es utilizar la luz del día y de la mejor manera para obtener imágenes delicadas y cautivadoras. Por eso me encanta realizar sesiones durante el
golden hour cuando trabajo en exteriores, y sacarle provecho a la luz excepcional que solo ocurre justo antes de la puesta del sol. ¡Los resultados son siempre gratificantes! Por ser un campo bastante abierto, esta locación me permitió jugar con el cambio de colores del cielo y los tonos amarillos sobre el prado y las montañas ayudaron a crear un contraste armonioso entre el vestuario de los modelos y el ambiente en general.
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El mayor reto durante la sesión fue sin duda el viento. Aparte de la época del año, recordemos que estabamos en un parque repleto de turbinas gigantes que están ahí por una razón: hay más que suficiente viento contante para generar muchísima energía. El viento usualmente favorece a la naturalidad de las fotografías, pero en esta vida nada en exceso es bueno. Al principio fue frustrante que el pelo de Mariandrea volaba por todos lados y Pedro se despeinaba, pero después nos rendimos ante el gigante y dejamos que diera risa, lo que resultó en imágenes divertidas y llenas de sonrisas. Si puedo darles un consejo de lo aprendido (con esta y otras experiencias), es que no se estresen ni se peleen con madre naturaleza. Fotógrafos: mejor aprovechen a capturar gestos y reacciones espontáneas y luego a trabajar un poco más duro en post producción. Ni modo. Lo vale. Parejas: Olvídense ya de paso que les están tomando fotos y solo sean ustedes mismos, recordando lo mucho que se gustan y cómo quieren recordar ese momento en el futuro.
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En esta aventura me acompañó mi amiga Danii (dos 'i's porque así dice ella que es), quien fue una salvación rotunda. Quienes me conocen saben que soy algo penosa y aún necesito aprender a ser más interactiva con mis sujetos para romper el hielo. Gracias al cielo tengo amigas muy diferentes a mi y en este caso eso compensó mi
awkwardness natural. Danii supo perfectamente cómo sacarles unas cuantas carcajadas a la pareja, que en realidad era más penosa que yo. "No nos digás que hagamos cosas muy románticas porque me da risa", me decía Mariandrea una y otra vez. Y en efecto, cada vez que los acercabamos le daba una risa tremenda. Pero al final entre el frío y la timidez logramos capturar muchas risas espontáneas y genuinas. Ultimadamente en las fotografías se dejan reflejar esas personalidades únicas que tienen Mariandrea y Pedro, su sencillez como personas y ese amor inquieto y aventurero que brota entre los dos.
¡La pasamos tan bonito!
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Pueden ver algunas de mis fotos favoritas de este shoot
AQUÍ.
xx, J.